Veamos.
Los exportadores exportan sólo con permiso y financian al Estado al pagar las retenciones en el momento de embarcar y esperar meses por la devolución del IVA y demás reintegros.
Los importadores están mal vistos, y se embolsa al que trae bienes de consumo con el empresario que no tiene oferta local de insumos para su línea de producción. Licencias (automáticas y no automáticas) para todos. Y después, a tramitar las excepciones.
Los despachantes no tienen colegiatura a 97 años de la creación del Centro. Más que auxiliares del comercio exterior son gestores de licencias.
Las terminales no saben qué pasará cuando se venzan sus contratos.
Y hasta hay sindicatos, como los estibadores del SUPA, que tampoco tienen respuesta en las autoridades sobre su encuadre y trabajan, desde hace tres semanas, a reglamento: en lugar de mover entre 25 y 30 contenedores por hora, mueven entre 6 y 10.
Ninguno de todos estos actores encuentra respuesta razonable a sus reclamos.
Ni hablar de las navieras: su negocio consiste en rutas tipo anillo, tocando diferentes puertos según el sentido del tráfico. Un barco estándar, en Buenos Aires, tarda menos de un día para descargar y cargar los de exportación. Por los problemas sindicales hoy tarda tres días. Simple: los barcos suspenden Buenos Aires, porque la cadena de puertos no espera.
Así cuesta creer que el comercio exterior sea una política de Estado.
Fuente:todocomerexterior.com